En nuestro corto camino como
colectivo, nuestra elaboración política
no ha sido desbordante, pero no deja de tener un valor substancial, sobretodo
porque no comienza de cero y recoge un amplio numero de experiencias históricas
de luchas que como pueblo hemos emprendido, aprendiendo tanto de errores como aciertos y no dejándose
engañar por posiciones confusas que rinden hoy culto al autoconocimiento por sobre
el conocimiento colectivo, desde donde emergen la hibridación, la
desconexión social, la virulencia de lo particular sobre lo
general y el abandono de los proyectos de cambio global que como clase
necesitamos. En segundo lugar como colectivo no quisiéramos
centrar todo el debate en lo legitimo y ético de la violencia en
la protesta popular, ya que creemos que quienes hipócritamente
instauran este debate son quienes tienen el monopolio de las armas y el uso de
ellas, son parte de la industria y el trafico de las mismas y descaradamente se
toman el derecho de definir cuando, como y quien puede utilizarlas, que guerra
o no es legitima y cuando es terrorismo o guerra preventiva, sino más
bien hablar de su origen, contextualizarla en nuestra historia y abrir el
debate en torno a las perspectivas de la violencia política
en función de un proyecto que materialice el poder ejercido
por las mayorías oprimidas.
Sin más que
agregar damos paso a la presentación del tema que hoy nos convoca revisar.
Conceptualización/
antecedentes teóricos
Para entrar a conocer los aspectos constitutivos y que dan origen a la
violencia política y contextualizarlos en la actualidad con la
movilización social, debemos primero que todo entender la política
como la manifestación de la organización y
aplicación sistemática de determinadas
relaciones de poder, así como también como la articulación de
un conjunto de medios para la consecución y la preservación de
un proyecto socioeconómico de clase determinado, de esta forma la
violencia es parte activa dentro de la
estructura social y no solo un modo o forma de lucha y su origen esta estrechamente
relacionado al desarrollo de la propiedad privada y su manifestación
como ejercicio de poder solo se intensifica con la consolidación y
profundización de esta (propiedad privada), en conclusión la
violencia no es un constante histórica, por ende su desaparición
estará sujeta a la superación del desarrollo de la vida humana, a ‘’una fase en la cual la principal
estimulación de la producción material no sea el
interés egoísta del lucro y la ganancia sino la
satisfacción de las necesidades del hombre.’’
Sin
embargo hoy estamos lejanos aquella realidad y la violencia sigue siendo un eje
central de todo modelo de dominación y su principal ejecutor es el Estado, ese mismo Estado
que intenta ser mostrado como neutral, sintetizador del bien común y
protector de el orden y la ley resulta
ser el principal organizador y propulsor de la violencia estructural que ejerce
la clase dominante. Para valerse de este medio es necesario legitimar al Estado
y es así como los poderosos se han valido de sus propias teorías para
lograrlo, revisemos un ejemplo.
De la cita anterior
podemos desprender al menos dos análisis, primero mencionar que es un falso
determinismo pensar que la naturaleza del hombre es egoísta,
bueno o malo, pacifico o violento, sino que esencialmente esta responde y
sintetiza el sistema de relaciones sociales preponderantes en un momento histórico determinado
y en segundo lugar dejar claro que el estado no es un ente que este por sobre
las clases y la sociedad, ninguna institución es neutra o poseedora de poder propio, más
bien representa poder social de clase, es decir que toda paz social y orden que
dice defender, es en directa relación a salvaguardar la
estabilidad del neoliberalismo.
Ya revisados previamente los antecedentes teóricos del origen de la violencia política y su manifestación por medio del Estado, es necesario adentrarnos a nuestra contexto mas cercano y revisar como la constitución del Estado – Nación Chileno ha estado sujeto a un veintenar de masacres a los sectores populares con la finalidad de perpetuar la dominación y proyecto de clase, a partir de estas premisas es que como colectivo manifestamos moralmente valida y políticamente viable la violencia que genere el cambio social necesario para erradicar primero parcial y luego definitivamente la violencia estructural creada por el sistema capitalista.
Ya revisados previamente los antecedentes teóricos del origen de la violencia política y su manifestación por medio del Estado, es necesario adentrarnos a nuestra contexto mas cercano y revisar como la constitución del Estado – Nación Chileno ha estado sujeto a un veintenar de masacres a los sectores populares con la finalidad de perpetuar la dominación y proyecto de clase, a partir de estas premisas es que como colectivo manifestamos moralmente valida y políticamente viable la violencia que genere el cambio social necesario para erradicar primero parcial y luego definitivamente la violencia estructural creada por el sistema capitalista.
La violencia política
en la movilización social debe estar al servicio de las grandes
mayorías, al servicio de la emancipación de los oprimidos y
explotados en función de un proyecto de clase. Y esta debe manifestarse
como ejercicio de poder popular, antagónico
al poder burgués y lejano a los espejismos de la
institucionalidad.
Nuestra historia como
país, nos ha dejado bastantes lecciones, casos como el vivido en el siglo
anterior, donde los defensores más acérrimos de la constitución
chilena, no tuvieron pudor alguno al pasar a llevar su propia legalidad cuando
vieron sus intereses en peligro, haciendo uso de la violencia militar y el uso
de la tortura como forma para salvaguardar el modelo e implementar el salvaje
neoliberalismo que vivimos actualmente, estas lecciones no tan solo hacen
legitimo el uso de la violencia de parte de las mayorías
populares sino que un deber primordial para poder construir una nueva sociedad
que ponga fin a la explotación y la propiedad madres de toda violencia.
Como colectivo quisiéramos
exponer parte de nuestro material y relacionarlo con el debate, ya enunciada
nuestra postura sobre los orígenes de la violencia y declararnos a favor del uso
de esta, debemos delimitar una serie de aspectos que consideramos
constitutivos, primero que todo creemos que esta debe ser ejercida por el
pueblo y la clase trabajadora, ‘’trabajadores,
pobladores y estudiantes nunca mas solos
es decir las grandes mayorías’’.
La reconstrucción del Movimiento popular debe tener perspectivas
de cambio global, articulando las demandas populares que nos de unidad en la
lucha, demandas que sean ganadas en la protesta y no resueltas en la mesa
chica, no entrampándonos en los espejismos dentro de las
canaletas de la institucionalidad donde los poderosos se saben mover muy bien.
El poder popular para nosotros, no es instrumentalizar la movilización, para fines
electorales o cuotas dentro de la institucionalidad, no es poder popular
constituyente como algunos intelectuales
del jet set Chileno intentan manifestar en sus manifiestos ciudadanos.
El poder popular es sentar las bases para una nueva sociedad es instalar la rebeldía como una actitud
confrontacional y rupturistas con la legalidad burguesa, que no es solo el
ejercicio practico de la violencia de masas, sino que una actitud consciente de
independencia de clase, incluso desde lo valórico, manifestando que las movilizaciones
alzan sus niveles de combatividad poniendo como requisito la masividad de esta,
dejando de lado la radicalización artificial de pequeños grupos que degeneran
la violencia política de masas en erróneas practicas individuales
o de grupos reducidos.
Notas:
1. Engels F. "Anti Duhring". Editorial Grijalbo S.A. México D.F.- México 1981, pp. 152-153.
2. Hobbes T. Pensador inglés (1588-1679), cuya obra principal, "Leviatán", sintetiza toda la teorIa polItica del siglo XVII.
3. Ver por ejemplo, Engels: "La condiciÓn de la clase obrera en Inglaterra", 1844.
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